Introducción

MEDICINA REGENERATIVA – UNA PUERTA TERAPÉUTICA HACIA EL FUTURO

Nos bombardean diariamente con publicaciones en distintos medios, que se refieren a la utilización de las células madre y su potencial revitalizador, y hasta nos llega la propaganda de cremas rejuvenecedoras en base a las mismas, pero esto ¿es o no es real?

Desde mediados del siglo pasado se han hecho experimentos en animales, que han demostrado la potencialidad de las células madre para recuperar un órgano afectado o enlentecer los efectos del envejecimiento.

En forma experimental y hasta empírica se administró placenta o extractos de distintos órganos vía oral, intramuscular, o subcutánea, que con una fuerte propaganda vendían la idea de frenar el envejecimiento o revitalizar, pero que en si constituían un aporte de aminoácidos u oligoelementos, que por un efecto complementario y sustitutivo en personas desalimentadas o con carencias especificas se lograba una mejoría del estado general.

Pero esto permitió estudiar más en profundidad las células madre y sus fuentes en humanos, dando base a la terapia celular que es uno de los pilares de la medicina regenerativa.

La generalización del trasplante de médula ósea, tanto autólogo como alogénico es la demostración indiscutible del poder regenerador hematológico de las Stem Cells del donante al reconstruir una médula ablacionada por quimio o radioterapia en el receptor.
Posteriormente se utilizó sangre de cordón umbilical o Stem Cells periferizadas post estímulos con factores de crecimientos (G.C.S.F.), evitando la punción aspirativa del hueso para obtener material del parénquima medular.

Luego de estos tratamientos y al seguir la evolución de trasplantados se vio que en distintos órganos había células parenquimatosas diferenciadas con el cariotipo del donante, lo que señalaba que las células progenitoras CD 34+ administradas, podían multiplicarse y diferenciarse en distintas líneas celulares al anidar en los distintos órganos, adquiriendo la morfología y funcionalidad de las células adultas del parénquima donde se encontraban: proceso que llamaron anidamiento (holding) y que implica liberación de citoquinas y cambios de los receptores de las células estromales locales y de las células mesenquimales o troncales anidadas.

Esto quiere decir que las células troncales o madre poseen una plasticidad y potencialidad que permite regenerar no solo la médula ósea sino también otros parénquimas, según los factores de diferenciación e interrelación con las células estromales y madres locales.

Pero ese poder no sólo se encuentra en las células troncales de la médula ósea, sino también en las células embrionarias y en células adultas obtenidas del tejido graso o del cordón umbilical e incluso de la pulpa dental de los dientes de leche, lo que ha dado lugar a que se formen bancos de cordón umbilical y del material de la pulpa de los dientes de leche.

Es así que esa potencialidad permite obtener osteoblastos, condroblastos, angioblastos, mioblastos e incluso células nerviosas o de otros parénquimas sólidos.

Si bien las células embrionarias podrían malignizarse, esto es más raro con las células troncales de la médula ósea o las células mesenquimales del tejido graso que son, junto a las de cordón, las fuentes más utilizadas.

Pero otra fuente se ha conseguido en base a desdiferenciar células adultas de la epidermis al someterlas en cultivo a oncogenes, retrovirus o cambios de PH al acidificar el medio, dándoles el nombre de células pluripotenciales inducidas o I.P.C., (las que en cultivo y de acuerdo a los estímulos empleados podían diferenciarse hasta en células nerviosas, pero al emplearse oncogenes se podrían desarrollar tumores, al igual que aquellas obtenidas por células embrionarias).

Esa potencialidad de las células madre ha permitido aplicar la terapia celular preferentemente con elementos autólogos de médula ósea o mesenquimales grasas en distintas patologías, como las miocardiopatías isquémicas agudas y crónicas, donde se reducen las áreas de sufrimiento y el grado de secuelas.

En arteriopatías periféricas mejorando la neovascularización y evitando amputaciones, enfermedades degenerativas crónicas neurológicas como el Parkinson, esclerosis múltiple, Alzheimer, lesiones traumáticas encefálicas o de médula espinal, secuelas de A.V.E. (accidente vascular encefálico = parálisis, trombosis u hemorragia cerebral) dando una nueva posibilidad terapéutica a pacientes sin posibilidades de tratamiento.

En reumatología y traumatología, empleadas aisladas o asociadas a factores plaquetarios autólogos se ha visto reducción del sufrimiento en procesos degenerativos articulares con incremento del espesor de los cartílagos, lo que ha sido documentado en el seguimiento imagenológico con R.M. (resonancia magnética) de las articulaciones, en las roturas músculo-tendinosas hay una franca recuperación de las zonas afectadas reduciendo el tiempo del proceso y el grado de secuelas, cosa que sucede también en las fracturas óseas cuando se asocian células madre en la lesión.

En fístulas multioperadas la utilización de células mesenquimales del tejido graso ha dado resultados óptimos; también en cirugía plástica – incluso de labio leporino – ha demostrado una extraordinaria utilidad ayudando a los procesos reparativos quirúrgicos y a la cicatrización.

En el campo de la estética y el rejuvenecimiento de la piel el aporte de la terapia celular y el de los factores plaquetarios es indiscutible y respaldado por numerosa bibliografía. No hay campo en la actualidad en donde no se explore la utilidad o beneficios de la terapia celular, sea en endocrinopatías (diabetes), hepatopatías, oftalmología u odontología para la recuperación ósea maxilar.

Otro pilar de la medicina regenerativa es la ingeniería genética o terapia génica en donde por la inserción de un gen en el ADN de las células del paciente se pueden sustituir o bloquear genes defectuosos o ausentes, permitiendo el tratamiento de patologías hereditarias o adquiridas con afectación genética – esto ha permitido una posibilidad terapéutica distinta a procesos como las agammaglobulinemias, (niños burbujas), leucodistrofias, talasemias mayores y otras patologías como la Enfermedad de Gaucher.

Otro capítulo muy importante de la medicina regenerativa es la ingeniería de tejidos, donde mediante el desarrollo de órganos bioartificiales obtenidos en el laboratorio se reemplazan órganos no existentes o partes de los mismos afectados por distintas patologías que han dejado secuelas funcionales o mecánicas irreversibles.

La base de la producción de estos órganos utiliza un andamio de material bioabsorbible polimérico e incluso bioactivo que genera estímulos a nivel celular, en donde se han sembrado células autólogas de la línea que se desea repoblar obtenidas de cultivo y diferenciadas en el tipo celular del órgano deseado.

Esto ha permitido obtener en el laboratorio vejigas, uretras, orejas artificiales, tráqueas e incluso dientes, y pulmones o corazones bioartificiales.

Con impresoras de tejidos y valiéndonos del aporte de la nanotecnología, se han logrado injertos de piel y cartílagos o músculos, con éxito en recuperación de quemados y traumatizados minimizando las secuelas, y con la virtud de que no se necesitan inmunodepresores posteriormente ya que no hay fenómeno de rechazo al ser material autólogo expandido en cultivo la fuente de donde se toman las células.

El campo futuro parece de ciencia ficción, ya que la medicina regenerativa ha revolucionado el arsenal terapéutico y, al igual que los anticuerpos monoclonales contra target y los nuevos procedimientos de fertilización, junto con la nanomedicina componen las nuevas herramientas que han de permitir tratamientos más efectivos, menos iatrogénicos y menos costosos para la sociedad.

Dra. Margarita García Rizzo
Presidente